viernes, 3 de octubre de 2014

Emprendiendo un sueño en un eterno desvelo

Mi noche, tu noche, nuestra noche, la noche de todos. Soñando, volando, buscando, emprendiendo vuelos en sueños que no existen, un desvelo que no tiene fin, las almohadas son mis enemigas, las sábanas me envuelven con furia y las frazadas ahogan mis pensamientos. Por eso sueño, sueño en el desvelo, sueño con ojos entreabiertos, sueño despierto. Sueño que vuelo hacia tierras donde Morfeo está extinto, tierras lejanas donde los sueños son las realidades, y las realidades son sólo tristes pesadillas. Sueño. ¿Por qué sueño? ¿Por qué me quitas el sueño? Quizá al principio me lo quitabas, ahora simplemente te lo doy, porque me gusta soñarte, verte cuando no se puede. Sueño y escribo. Escribo y sueño. Letras que reflejan mis más profundos sueños, mis mundos más ocultos, mis divagaciones más certeras, mis mentiras verdaderas. Y sueño. Los ojos siguen entreabiertos y veo el alba, siento que el tiempo ha volado como si hubiera leído las páginas de un libro, pero sólo estaba allí, soñándote, leyendo nuestro libro, nuestra historia, nuestro viaje de ida y de vuelta hacia la luna montados en un caracol. Soñar... Soñar despierto, emprendido en medio de este desvelo sin fin, de ojeras que parecen toboganes, cascadas, fozas o grandes lagunas de recuerdos, de extrañarte, de soñarte. ¿Quién me manda a tanto? ¿Quién? Pero aquí estoy, entre un mediodía y un atardecer, soñando en mi eterno desvelo de tus recuerdos...

martes, 30 de septiembre de 2014

Cuando no sabes que te extraño...

Cuando se extraña, se extraña. Cuando se ama, se ama. Y a veces pasan las horas y esto incrementa: más amas, más extrañas. Y esperas cada segundo a que esa persona vuelva a estar delante de ti, vuelvas a sentir su respiración, vuelvas a jugar al cíclope en la cercanía de las miradas, vuelvas, vuelvas a sentir sus brazos abrazándote, sus manos acariciando tus cabellos. Vuelves a respirar tranquilo. Ya no hay preocupaciones, ya no hay mundo alrededor. Sólo tú y ella. Nadie más. Miradas que van y vienen. Pero cuando no estás... cuando no estás, simplemente no estás, pero no es tan simple. Simple es que no estuvieras y ya, pero no estás y faltas. Te das cuenta de que algo falta, algo está ausente, algo se encuentra apagado. Cuando no sabes que te extraño, realmente te estoy extrañando. Difícil de explicar, pero pasa. Somos animales de costumbres, como dicen por ahí. ¿Acostumbrado a ti? Quizá sea eso. Acostumbrado a verte, a sentirte cerca. No se trata sólo de una pasión física, es cuando te das cuenta que falta esa charla cara a cara, o simplemente ese momento para reír. Cuando no sabes que te extraño, estoy allí, detrás de tus ventanas, quizá también tienes presente eso y me extrañas. O quizá no lo hagas. Y gasto mi tinta, mis teclas, seco mi cabeza para buscar las palabras correctas que expresen todo lo que tengo que expresar. ¿Una canción, una frase, un poema robado? ¡No! ¿Para qué? Comenzar a buscar las palabras precisas para expresar todo lo que haya que expresar, decir todo lo que haya que decir... y aquí estoy, extrañándote cuando no sabes que te extraño.

Entre ideas y espejismos

El paisaje está desierto, ¿acaso se los han llevado a todos? Veo pocos vehículos pasar, dos o tres pelagatos transitar las veredas y yo, ahí, tan interno en el cuadro como una figura y tan externo como si fuera yo mismo el que pinta tal calamidad del arte, tan triste paisaje, tantas vidas solitarias.
Y camino en el panorama que me pinto, pero me olvido de el entre que mis ideas juegan al escondite y de a poco las voy encontrando, las voy descuartizando y las voy sembrando hasta que florezca algo de ellas. Es tan tediosa esta tarea, pero satisfactoria a la vez, me siento como Blade cazando vampiros o como Montag buscando libros para leer y luego quemar. Y ahí estoy yo, en mi propio laberinto (que ni siquiera conozco) buscando mis ideas, persiguiéndolas con el hambre de un perro que no ha comido en semanas, desesperado. "Quiero conclusiones, quiero más sabiduría, ¡quiero crear!" pensaba constantemente. Estaba en eso, cuando choco con una que solo gemía porque no le hiciera daño, que no la procesara aún, que no era el momento, que me tranquilizara y procesara lo que ya tenía y yo estaba fuera de mí, tenía que saber más, pero ella suplicaba y suplicaba que no lo hiciera, que ya basta, no más. Quedé perplejo. ¿Mi propia idea que acababa de hallar me estaba hablando, me pedía que no hiciera nada con ella? No puede estar pasando. Empecé a ver a mi alrededor y todo el laberinto desapareció, un ejército de ideas se acercaba y me iba rodeando. No me alcanzarían los dedos de las manos de toda la gente en el mundo para contar a este ejército intelectualoide. ¿Y ahora? De un momento se abalanzaron contra mí, era mi fin. Había procesado tantas ideas, las había dejado tan frescas que se multiplicaron a un número que ni Einstein, ni Pitágoras, ni Descartes, ni Pascal podrían procesar. La guerra de las ideas... interna. Tantas contradicciones que había cosechado, yo no era el objetivo, tan sólo estaba en medio de su campo de batalla y ellas sólo querían apoderarse de la inocencia de aquella última idea que tan simplemente suplicaba por vivir...