jueves, 9 de agosto de 2012

"Estoy vacío..."

Una tarde fría de otoño, caminaba solitario por la plaza de mi barrio. ¿El motivo? Esperaba a un amigo que tenía que entregarme unas cosas para poder realizar bien un trabajo para uno de mis clientes más importantes. Mientras se alargaba mi espera, no pude evitar ver pasar a una chica, de altura media, ojos claros y un alisado cabello color castaño. "¿De donde la conozco?" - pensaba. Registré lo poco que me acordaba de mi infancia por las calles de Mendoza, mis primeros pasos por Viña del Mar. Nada. Seguí indagando, pude llegar a un rostro de mi juventud. Me asusté, jamás pensé volver a verla. Recuerdo cuando la conocí, un marzo otoñal, recién empezada una de las últimas jornadas escolares de aquel frío y extraño mes. ¿Su nombre? Estefanía, Camila, Isabel. La verdad tantos nombres me llevaron finalmente al suyo: Estela. Esa historia era un poco larga, apasionada, pero muy vacía, tan vacía que ¡ni logro acordarme ni de un pequeño momento, ni un beso, ni una caricia, absolutamente nada!
Es increíble como ha pasado el tiempo. Yo acá y ella, bueno ella ahí pasando en frente mío, cuando de un segundo a otro recordé como me involucré con esta hermosa chica. Era un 31 de marzo, era la fiesta de cumpleaños de mi mejor amigo, de Sebastián. Ambos estábamos invitados, hasta ese momento lo único que había obtenido de ella eran unos "hola", otros "adiós" y un registro visual completo de su figura. Yo ya tenía 17 años y cursaba el último año de secundaria, pero mi amigo cumplía los 18 (creo que no tengo que explicar que tuvo un mal año apenas había llegado a secundaria). Volviendo a la fiesta, en medio de la música, un par de cervezas y uno que otro baile, la vi. Pero esa vez la vi distinta, en otro color, a mis ojos le parecían nunca haberla visto, radiante. Ahí fue cuando mi teoría de que el uniforme escolar nos arruina la apariencia y no nos deja divisar toda la belleza de una persona. Me dirigí para hablar con ella, vaso en mano y un 'hola' bien preparado, pero no faltó el idiota que se cruzó delante de mí y tropecé, cayendo sobre ella. Todo el pisco que estaba en mi vaso pasó a ser parte de su blanca blusa. "¡Que torpe soy!" - pensé. Ella se enojó, me miró compasiva, pero con una alta graduación de ira y se alejó de mí. A los dos meses, logré hablar con ella en el patio de la escuela. La invité a salir, por supuesto, yo pagaba en un gesto de redención por lo que había sucedido en aquella ocasión. Adelantando un poco toda esta tediosa historia, salimos, empezamos a conocernos y tuvimos una relación. Pero no logro acordarme como es la clausura de este cuento. ¿Que sucedió? ¿Cómo? ¿Por qué? Y en ese momento lo recordé. Estaba vacío. Esa relación no me dejaba nada, daba y daba, pero nunca recibí nada, siempre mis poemas, mis canciones, mis ingeniosas citas, mis constantes declaraciones de amor. Sin embargo de ella solo recibía pasión, buenas noches, largas conversaciones, pero nada de amor, sentía una frialdad de su parte, como que las cosas que yo decía y hacía caían en un basurero sin final, eterno. Y fue así como pasó el tiempo, terminé la escuela y entré a la universidad. No la vi más. Y ahí está pasando delante mío, pero yo sigo vacío. ¿Y ella, como estará? Da igual, ya pasó, allá va su camino. Justo acaba de llegar Sebastián con mis materiales y esto solo fue una historia más. Al menos ya sé que vive por acá cerca, o trabaja, tal vez algún día la vea de nuevo. ¿Quién sabe? Le reservaré al futuro esa ocasión.

martes, 7 de agosto de 2012

Música

José Luis Perales canta en el coro de una de sus canciones:
"La música es el tiempo de partida de una historia de amor, el lazo que nos une y nos hace vibrar. La música es un canto de amor y de paz que nos despierta el corazón"
La verdad es que él resumió en pocos versos algo tan simple y práctico, como la música nos ha marcado como raza, tanto en nuestro diario vivir como en nuestras relaciones hacia los demás, porque es cierto, hay canciones de amor como de odio, de paz y de guerra, de orden y disturbios, etcétera. Pero en esencia la música es la armonía con la que nos movemos, esa suavidad y toque que nos hacen estar más serenos y sentirnos cómodos, volar y volar para alcanzar un mundo utópico donde somos felices durante un tiempo. Ahora en una sociedad que vive "para ayer", donde todo lo que uno hace es estresante, no hay mejor remedio que tomar un tiempo para poder escuchar música y relajarse, oyendo a nuestra banda o artista favorito, uno que otro tema que nos haga pensar que las cosas pueden ser mejor.
En mi caso personal, la música es algo que marca mi día a día. Canto y escribo rap, toco guitarra y bajo, la mayoría del tiempo relaciono mis momentos a la música porque me ayuda a escapar un poco de la realidad y tomar un respiro, pensar en algunas cosas y mantener los objetivos, pues en medio del desorden a veces se pierde la vista, ya que vivimos cegados en el 'hoy' y eso no nos deja pensar en el 'mañana'.
No conozco tu punto de vista acerca de la música, lo que significa para ti, pero puedes comentarlo y así compartir los conceptos. Aunque de algo puedo estar seguro, todos escuchan algún tipo de música, porque por estos tiempos es la armonía que acompaña nuestros días.
Saludos y hasta la próxima!