martes, 8 de mayo de 2012

Detrás de la oscuridad siempre estará la luz

Son las 5 de la tarde, el día es cada vez más triste, se ha escondido el sol de madrugada para dar paso a una larga lluvia, una secuencia de gotas cada vez más densas, amargas y demasiado depresivas. Un día que nunca antes había vivido en este mundo ni en esta vida, la tristeza hecha clima, lo había visto en algunas personas, en películas o en cosas, pero jamás había visto un paisaje que representara tal sentimiento de la vida, la solitaria tristeza.
El paisaje se nubla aún más, tanto que en las casas la luz se extinguió, el golpe fuerte de las gotas terminaron por cortar algunos cables de los armados eléctricos más importantes del sector. He aquí que comienza mi historia, con un fondo más terrible que la soledad de un ser humano, más terrible que la tristeza de perder algún objeto preciado, pensar que es tan terrible, llega a irritarme.
Salgo a la calle, pues la oscuridad de mi casa me aterra, es como la soledad asechando mi alma. Tenía cuatro posibles direcciones: el centro comercial, el centro de la ciudad, la playa o el cerro. Me decido por la segunda, pues en el comercio tampoco hay luz, la playa sería fría junto con este aterrador clima y en el cerro se disputa un partido de fútbol que no va bien para los locales según los comentaristas de la radio.
Mientras voy de camino a mi objetivo, veo pasar a una chica, la observo con detenimiento y es una excompañera de la escuela primaria, la verdad no sé si saludarla, capaz que ni se acuerda de mí. Así, mientras pienso cuál será mi próximo paso, ella toma la iniciativa y me saluda. No sé que hacer, ahora solo hay preguntas en mi materia gris, pero es así como inicia una conversación, que la verdad, puede ser interesante:
  • Hola, tanto tiempo, ¿cómo has estado?
  • Bien, vaya sorpresa encontrarte, ¿qué haces por acá en Viña?
  • Eh, la verdad, nada, estaba de paseo. No hay mucha gente cuando llueve, pero a mí me gusta
  • ¿Te gusta esta lluvia? Increíble. Yo la encuentro fría, amarga y quizá algo oscura
  • Depende de como la veas es el juicio que emitirás sobre ella
  • ¿Cómo?
  • Oh, lo siento, seguiría conversando pero ahí viene el colectivo, adiós.
  • Pero...espera, ya bueno, hasta pronto
Ella se sube al vehículo y me agita la mano en señal de despedida del otro lado de la ventana. También agito la mano y pienso que mi cara refleja dudas, cómo sería capaz de ver esta lluvia con otros ojos, es difícil, pero seguiré caminando, en una de esas, encuentre la respuesta.
Doblo a la esquina y sigo caminando, solo veo carteles de notarías, librerías, clubes nocturnos, bancos, bares, entre otros tipos de locales comerciales, apagados y sus puertas cerradas. Curiosamente alcanzo a divisar una librería poco común abierta, me dirijo hacia ella hasta que me topo con su puerta. He aquí que comienza el dilema de entrar o no entrar. Decido entrar, solo veo estanterías vacías y una repleta de libros, en el mostrador, solo una persona que me mira con cara de asombro y con un gesto que refleja lo extrañado que está al ver un posible cliente. Me acerco para saludarle, mientras él por su parte toma un libro que parecía tener guardado y antes de que yo consiga darle la mano en señal de saludo, él coloca ese libro en mi mano. Casi me caigo del susto, no creí que haría tal acción, me recupero de la sorpresa y paso a observar el título del libro, “Más que un carpintero”. Recuerdo haber visto este título antes, pero no sé donde:

  • Oiga, ¿qué, qué es esto? ¿para qué me da este libro?
  • Tómelo gratis, ve, debes volver a casa, siéntate y lee el libro
  • Un segundo...

El tipo desapareció detrás de una puerta, intento abrirla, pero no puedo. Lo mejor que podría hacer ahora es hacer lo que este sujeto me ha dicho, no tengo más remedio.
Luego de tomar un taxi afuera de ese extraño local, llegué a mi casa. Abro la puerta y tomo el libro, prendo una vela y comienzo a leer.
Me sorprendo bastante a medida que pasan los minutos y sigo leyendo, un texto que describe tan detalladamente a Jesús, su carácter, su identidad. Pasadas unas horas, terminé el libro, me siento a orar a mi Padre que está en el cielo, y que quiero que more en mi corazón:
"Glorioso Señor, he leído y comprendido tu misión para este mundo, quién eres y por qué viniste a mezclarte entre nosotros. Te doy gracias por tu sacrificio, por la salvación y por tu amor. Vive en mí y permíteme cada día reflejarte un poco más. Ahora entiendo lo que mi excompañera quiso decirme, y Tú eres el punto de vista que hace que pueda ver el sol aún en medio de la oscuridad. Perdóname y acompáñame cada día a estar cerca de Ti. Gracias por tu amor y tu bendición. En el nombre de Jesús. Amén."
Tan pronto termino de pronunciar la última silaba de mi oración, la luz comienza a volver, el cielo se despeja y para de llover de golpe, este es el momento más gozoso en mi vida, no puede haber otro. Ahora recuerdo que cuando era pequeño vi el título de ese libro, cuando asistía a la escuela dominical en la iglesia de mi abuela. También recuerdo ese pasaje bíblico que dice que hay fiesta en los cielos cuando un pecador se arrepiente. Me coloco en dirección a la cocina, tomo un trozo de pan y lo parto en dos, me corto un par de rodajas de tomate, unas hojas de lechuga, una lámina de queso y otra de jamón. Me como al sandwich acompañado de una taza de café bien caliente y me voy a dormir. Total este día no pudo haber sido mejor, me reconcilié con quién más me puede amar en esta vida, mi Papá, mi Señor, mi Dios.