viernes, 10 de abril de 2015

Escribo, escribo...

Me encuentro entre libros, me encuentro entre vidrios. He ¿caído? en picada hasta acá, soy sólo un sueño del contexto que me envuelve, un sueño de lo inerte.
Llegué hasta aquí, ¿cómo llegué? Ni yo lo sé, pero estoy aquí, real o no, ya soy y seguiré siendo.
Y si acaso los sueños pueden soñar (o recordar), pues sí, digo, por eso escribo estas líneas que relatan mi llegada a esta biblioteca (que otros llaman "universo"), pero aquí no hay una infinidad de libros, ni muchas escaleras, ni siquiera habitaciones hexagonales. Es todo tan "moderno", tan irreal como yo mismo que hoy, querido amigo, te escribo.
El universo es muy amplio como puedo decir que todos (TODOS) los hombres decidimos por amor (al menos casi siempre), movidos por una segunda persona, ese 'tú' que recibe esos "te amo", pero no, quizá no todos actúen así (¿o sí?). Pero bueno, yo escribo.
Escribo porque vivo, vivo porque escribo, porque el existencialismo se me achicó y el humanismo es muy discriminador (y deshumanizado), porque vivo, escribo.
Sedentario como yo mismo, nómada entre sillas y mesas, pero sedentario, pues, no me puedo cambiar de universo. El universo soy yo y yo soy el universo. ¿Sonará narcisista tal vez? Tal vez no me entiendes, tú, sujeto que me lees. Si divago, te confundo. Pero si soy certero, te hipnotizo y te enloquezco. Mejor soy ambiguo y varío, soy lo que soy y a la vez lo que no soy.
Tengo tanto que contar (y a su vez tan poco) que prefiero seguir escribiendo aunque al papel, mis historias, no le deba contar.