jueves, 8 de octubre de 2015

Desde las altas cumbres escribo para ti

Un día viajaba yo, por las altas montañas viajaba, recordaba yo tu amor, que en casa me esperaba. Poco sabías, mi amor, de mi paradero. Créeme que aún menos sabía yo.
Entre los pastizales de las más altas cumbres, a pensar me puse: tan joven soy y tan amante, tan cerca del calor de tu corazón y aquí tan distante, tanto te amo yo y aquí sin poder besarte.
Recordé que te gustaba que escribiera, que te escribiera. Acá estoy, contemplando este verde y florido paisaje, ese río descendiendo desde la punta nevada, "que hermoso contraste invierno primaveral", pensé.
(Te dije que antes de clavar la punta de mi lápiz otra vez, me inspiraría bien. Entonces me moví hasta estos tranquilos paisajes).
Saco de mi bolsito viajero este bloc, un bloc de notas común y silvestre para retratar estas cosas, que para ti, hay en mi mente.
(Y no hay nada peor, justo cuando empezaba a inspirarme, el lápiz se agotó, tanto que ni el fuego derritió la tinta que restaba para dedicarte algunas palabras, pero no hay buen escritor tan precavido que traiga otra lapicera o su recarga. Y vuelvo a las canchas).
Empezaré por decirte que te extraño, más de lo que puedes imaginar, o más de lo que crees que yo puedo extrañar. Sí, tu aroma, la caricia de tus cabellos, la intimidad de nuestras miradas, el calor de tus besos en mi cuello, la soltura y el ritmo de nuestros cuerpos. Extraño tu risa, la dulzura con que miras, el amor que transmites al hablar y esos eternos abrazos que nos echan a volar.
Es cierto, despertaría cada mañana y me acostaría cada noche sabiendo que comparto mi vida con la Dulcinea amada. No por ideales, caprichos, ansiedades, sino por compartir, por regalar, mis días a quien tanto amé, amo, amaré.
Le echan la culpa a Hollywood por soñar en amores sin fin, prácticamente ideales, pero ¿no lo hace García Márquez al recordar, al retratar, a sus padres? ¿no es la ficción una mera copia impregnada de realidades? No son amores sin fin, son amores que nacen al despertar y mueren al dormir, se renuevan cada mañana al decidir nuevamente por ti, por mí. Que burdo pensar en Adam Sandler y "como si fuera la primera vez", pero es así, despertar y recordar por un momento todo lo que ha acontecido hacia atrás, darte cuenta que estás al lado de quien amas de verdad.
Pensar en un futuro, quizás no ideal, no perfecto, nada de colores rosas, pero en una familia con un núcleo de amor, unidos al son, luchando juntos por ser mejor. Soñar...
Es hora ya, creo que te he de faltar, no esperes más. Desconecto mi alma de este tranquilo lugar y corro a ti, corro a tus brazos, corro para que juntos podamos volar, podamos soñar.

domingo, 4 de octubre de 2015

Divagaciones: La vida, efímera vida

Vientos, vientos por doquier. De aquí para allá van, no sé por dónde vienen, menos sé para dónde van. Y así comenzó a caminar la vida.
Un efímero instante, pensaba, sí, pensaba día tras día que era un efímero instante. No podía dejar de tener aquello presente. Un dolor, una risa, un roce, una caricia, un golpe, una caída, la vida no era suya, ni siquiera podía considerarla vida.
Comenzó a caminar por las calles, por las noches, por las solitarias calles. Esa soledad era yo, eramos juntos, eramos. Pensar, cuán importante es no estar solo, que esencial es aprovechar ese suspiro que un guión luego representará en una lápida. Extraño esas mañanas infantiles de corretear en los recreos, extraño esas tardes de leer postrado en la cama como un enfermo, aquellas noches de trasnoche, de jugar, de platicar, de disfrutar. Las cosas han cambiado, la vida evolucionó (¿o involucionó?). Inmersos en rutina. Inmersos en la rueda de la vida, que rueda y rueda, como diría Páez. Y se nos va, pasa por un costado, y se nos va. Quedamos sin saber si la vida nos persigue o si somos nosotros tratando de alcanzarla. Y se nos va.
Ahí estoy, mirando, mirándolo, mirándolos a todos correr, de un lado a otro como en el Naveta, cuántos paros cardíacos ante ellos que no perciben el ritmo de esta triste y repugnante vida. Inevitable es recordar al Señor Samsa, oh, vaya forma de no vivir, de vivir y no poder vivir. Y se nos va.
Contextos vacíos, monólogos cruzados, estrés crónico, desorganización genética.
En eso estaba mientras tomaba mi café frente a la playa, eh, bueno, playa... Ya casi no queda playa, pero veo el mar chocar contra las paredes del local, mojar las veredas, casi no nos queda arena en la orilla, y reflexiono: el tiempo nos corroe, nos quita nuestra playa, nuestra costa, el mar arrasa y los recuerdos se evaporan, los traumas se quedan, el agua entra y nos corrompe.
Me retiro, escapar sin pagar sonaba tentador, demasiado honesto para hacerlo, demasiado efímero para hacerlo. Saludé, agradecí, tomé un periódico y me fui. Esquivando bicicletas y rollers por la ciclovía. La vida necesita algo de adrenalina, creo.
Hacia el norte me trazaba camino el destino, ¿el destino? La ciclovía terminó, la carretera comienza, el viento es fuerte, hay marejada. Y solo me queda el amor. El amor enciende mi vida. El amor desborda las fuentes que alimentan mi alma. Sueño despierto, sueño en esta tormenta descontrolada. A la orilla de la costanera camino. Camino sin rumbo, sin destino fijo, camino en dirección al amor. Me devuelvo y camino hacia el sur. Persigo a quien me ama, persigo a quien amo. Un conductor insensato, descontrolado. Subió a la acera y bajó conmigo al acantilado. La vida es viento: no sabes cuándo viene y cuándo se va.