martes, 30 de septiembre de 2014

Entre ideas y espejismos

El paisaje está desierto, ¿acaso se los han llevado a todos? Veo pocos vehículos pasar, dos o tres pelagatos transitar las veredas y yo, ahí, tan interno en el cuadro como una figura y tan externo como si fuera yo mismo el que pinta tal calamidad del arte, tan triste paisaje, tantas vidas solitarias.
Y camino en el panorama que me pinto, pero me olvido de el entre que mis ideas juegan al escondite y de a poco las voy encontrando, las voy descuartizando y las voy sembrando hasta que florezca algo de ellas. Es tan tediosa esta tarea, pero satisfactoria a la vez, me siento como Blade cazando vampiros o como Montag buscando libros para leer y luego quemar. Y ahí estoy yo, en mi propio laberinto (que ni siquiera conozco) buscando mis ideas, persiguiéndolas con el hambre de un perro que no ha comido en semanas, desesperado. "Quiero conclusiones, quiero más sabiduría, ¡quiero crear!" pensaba constantemente. Estaba en eso, cuando choco con una que solo gemía porque no le hiciera daño, que no la procesara aún, que no era el momento, que me tranquilizara y procesara lo que ya tenía y yo estaba fuera de mí, tenía que saber más, pero ella suplicaba y suplicaba que no lo hiciera, que ya basta, no más. Quedé perplejo. ¿Mi propia idea que acababa de hallar me estaba hablando, me pedía que no hiciera nada con ella? No puede estar pasando. Empecé a ver a mi alrededor y todo el laberinto desapareció, un ejército de ideas se acercaba y me iba rodeando. No me alcanzarían los dedos de las manos de toda la gente en el mundo para contar a este ejército intelectualoide. ¿Y ahora? De un momento se abalanzaron contra mí, era mi fin. Había procesado tantas ideas, las había dejado tan frescas que se multiplicaron a un número que ni Einstein, ni Pitágoras, ni Descartes, ni Pascal podrían procesar. La guerra de las ideas... interna. Tantas contradicciones que había cosechado, yo no era el objetivo, tan sólo estaba en medio de su campo de batalla y ellas sólo querían apoderarse de la inocencia de aquella última idea que tan simplemente suplicaba por vivir...

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