Quiero compartir una
reflexión sobre algo tan típico y común como son los sentimientos.
A veces insultamos y
hasta tratamos de rechazar lo que sentimos por las personas, esas a
las que clasificamos “especiales” para nosotros.
Es demasiado normal, e
incluso parte de nuestra condición humana, sentir cosas por alguien,
porque hay tres cosas que el ser humano necesita (se acepte o no):
respirar, creer en algo y socializar. Ciertamente no podemos escapar
al hecho de querer hablarle a alguien, y más aún cuando sentimos
algo por dicha persona, queremos conocerla más, lo que le gusta, lo
que le disgusta, como es su vida, sus sueños, entre otras cosas.
Casi siempre el objetivo es compartir esa información y luego
unirse, buscando a un gran amigo/a (como “hermanos de otra sangre”)
o una pareja. Es una gran experiencia tener una relación con otra
persona, ya sea amistosa o amorosa, porque aprendemos de los altos y
bajos, así de a poco vamos viendo como se fortalece el lazo.
Ahora, más allá de ese
contacto “humano”, con Dios es igual (por loco que suene) es una
relación donde uno conversa, conoce, aprende, se fortalece y es
bendecido, una amistad eterna. Pero para llegar a ella está en uno
mismo, reconocer al Padre en la vida y buscarle.
En fin, la amistad es lo
mejor que hay, muchos sentimientos y experiencias se adjuntan a ella.
Pero, pase lo que pase, siempre hemos de respetar y amar
fraternalmente a nuestros amigos (y también a quienes no lo sean).
Saludos y hasta la
próxima!
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