lunes, 10 de noviembre de 2014

La vida en off

Corría inmerso en el pavor de la niebla densa que cubría cada poro de mi cuerpo, sólo resaltaban los ojos que hacían contraste con el cielo, con los pajaritos azulados que revoloteaban por doquier, yendo hacia ningún lugar. La espera era inmensa, el hogar estaba cada salto más lejano y el final cada vez más cercano. ¿Me perseguiría algo? No lo sé, pero jamás había corrido tan rápido, empapado de un bosque verde añejo, de una espesa niebla que pintaba un gris tétrico y un cielo abierto de par en par, sin sol que lo acobijara. Hace unas horas estaba sentado en la tranquilidad de mi sillón, lo último que recuerdo. Oí un estruendo y pareció que pasaron horas. Desperté golpeado en este bosque, mi reloj estaba parado sólo 23 minutos después de aquel ruido ensordecedor. Había mil carteles a mi alrededor que decían: Run! Run or die! Debo llevar casi media hora corriendo, pero creo que esto no me lleva a destino, sólo doy vueltas en medio de este desolado miedo que carcome mi espíritu. Ya logro divisar la salida de la niebla, logro divisar el fin de este bosque. Mi hogar cada vez más lejos, la muerte cada vez más cerca. No sé qué rayos hice, no sé por qué a mí, pero la angustia me invade cuando me doy cuenta de todo lo que dejo atrás. Mi familia, mis amigos, años de servicio salvando vidas, todo en la nada, todo en el vacío, todo dentro de todo. Se acabó. Ahí está la salida y sólo puedo oler el agridulce hedor de la muerte. Salí y ahí estaba, estaba mi hogar, mi casa, mi años de trabajo, mis inversiones cayendo al vacío, en declive hacia el abismo. Salté sobre ellas, pero era demasiado tarde. Me hundí en el dolor y muerta ya estaba mi alma junto a mi superficial existencia. Era el fin, era el tope, era el cierre de esta calle sin salida llamada vida. Todo se hunde en el vacío junto a mí...

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