jueves, 19 de octubre de 2017

El blues de mi alma

Estoy sentado, oyendo mi jazz, bebiendo literatura. ¿Qué haré sino divagar entre estas crípticas líneas? Crípticas por depositar en ellas los secretos de lo cotidiano, los secretos deseos de despojarme de estas cadenas y volver a emprender vuelo. Deposito en ellas la más profunda tristeza, ¿será el jazz? ¿será la inconformidad? ¿será, simplemente, la vida y sus bromas de mal gusto? No sé. Por eso divago. Exploro, busco, indago, me mezclo con mis recuerdos, mis deseos, me abandono, y vuelvo, vuelvo a esta realidad. Otro trago de literatura, otro trago de whisky, otro acorde melancólico de aquel jazz que resuena en mi mente. ¿Qué hacer sino huir y volver a ser feliz? ¿Qué hacer sino escupir para arriba y volver a sufrir? ¿Qué hacer...? ¿Qué...?
Las desilusiones, las broncas, me hielan, te hielan. Sientes su frío abrazador recorrerte de principio a fin, de pies a cabeza, llenar cada poro, cada célula. ¿Qué hacer...?
Escupo mi rabia, mis tristezas, mis desilusiones, mis amarguras, las escupo en estas letras. Ya no hay luces y todo ha oscurecido, todo se corrobora según las leyendas que había escuchado en mi juventud. La fría jarra de agua chocar con mi rostro y derramar la verdad, esa que brilla delante de ti, potente y transparente, y que no quieres mirar. Su luz te ciega, te quema, ¡te duele! La verdad duele.
Otro trago, y otro, y otro, y otro, y otro, y otro, y otro... y ya no sé cuántos van.
Así como no sé cuánto tiempo llevo acá, cayendo en la espiral de la mentira que me abofeteó tanto tiempo, y que no quise mirar a la cara. ¿Qué hacer...?
Una vez más doy un trago, se acabó, se acabó de una vez como estas líneas que sufrí, pero que ahora sello para siempre en mis recuerdos de aquello que fue, que viví, pero que no quiero volver a sentir. ¡Se acabó! ¿Se acabó? ¿Qué hacer...?

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