miércoles, 14 de septiembre de 2016

Sentir; vivir; morir

Camino, escribo; escribo, camino. Sentado en el escritorio del desván, camino. Sentado, quieto, pero camino. Mi muñeca danza, la mente vuela, el texto nace, y el amor ya no se queja. Y camino. Pasa la vida frente a mi ventana, desde aquí veo a los nenes jugar en la plaza, veo la pelota volar hacia el techo de una casa, veo la tinta depositarse sobre las hojas, y camino. Me canso de caminar, y comienzo a trotar, luego a correr. El mundo gira a mi alrededor, pero está quieto; me mira con sus ojos ciegos, ¿me mira realmente? Yo lo veo, no sé si él. Me siento en el infierno de Descartes, y no sé si lo veo, pero creo verlo; dejé de correr, camino. Me cansé, miré alrededor mientras camino, el tiempo pareciera estar quieto, silencioso, vigilante, pero da igual, yo camino. Veo hacia el pasado, veo lo que voy dejando al caminar, fotografío las realidades que me invento al caminar, los rostros de amigos, de amigas, de paisajes, de casas, mis hogares. Veo tu rostro, me enamoro. Siento el viento, no veo su procedencia, ni su destino, mas yo camino. Me aventuro en lo seguro, en lo inseguro; en lo estable, lo inestable; en lo visible, y lo invisible. Te extraño, me extraño. Camino, y me encuentro con mi yo pasado, nos reímos, juntos lloramos, nos lamentamos, nos animamos. Reflexionamos, nos despedimos y, en direcciones opuestas, caminamos. Te busco, ya no caminas, miro el tiempo, ya no es el mismo; me jugó una trampa: corrió mientras yo solo caminaba. Si hay hijos, no lo sé; miraba otras cosas mientras caminé, perdí tu rostro, te idealicé, me frustré, recorrí el último trecho, y yaciendo te encontré. Te miré, me enamoré. Dejé de caminar, mis latidos sincronicé, me recosté. Contigo siempre ahora descansaré.

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